Soy una artista interdisciplinaria cubana cuya obra nace desde el interior: un paisaje interno moldeado por la migración, la experiencia de ser mujer, la discapacidad y la resistencia silenciosa que exige sobrevivir al desplazamiento. A través del performance, el video, la instalación y la escultura textil, exploro cómo el cuerpo se convierte simultáneamente en un sitio de trauma y en un recipiente de pertenencia.
Durante muchos años creé a través de mi alter ego, Cuquita La Muñeca Cubana, inspirada en las muñecas de papel de mi infancia en La Habana. Cuquita me permitió navegar por las contradicciones de la representación latina en los Estados Unidos, satirizando estereotipos misóginos y racistas mientras cuestionaba la marginación de las mujeres inmigrantes en el mundo del arte. A través de ella, reconstruí un hogar cultural que aún no existía para mí: un espacio atravesado por el humor, la resistencia y la indocilidad del cuerpo.
En los últimos años, mi práctica ha virado hacia lo interior. Actualmente trabajo con esculturas textiles realizadas mediante una técnica meticulosa de halar hilo por hilo cuidadosamente de hebras de lino y modelando las texturas emergentes en segundas pieles. Este proceso de deshacer y reconstruir refleja el ritmo lento de la sanación: la memoria se deshilacha, reaparece y se niega a desaparecer. Deconstruir la tela —un material concebido para cobijar y proteger— se convierte en una forma de reescribir el cuerpo tras la ruptura. Cada hilo arrancado es un acto de recuperación, una excavación cuidadosa de aquello que ha permanecido enterrado.
A medida que las texturas se acumulan, el material comienza a comportarse como carne viva. Surgen formas orgánicas —abultamientos, protuberancias, pliegues y elevaciones sutiles— que no provienen de una intención previa, sino del conocimiento subconsciente del cuerpo: sus memorias, sus silencios y su larga historia de haber sido moldeado, corregido, deseado, herido o malinterpretado. Estas formas contienen la huella del impacto —médico, emocional, social y estructural— y evocan las violencias silenciosas que los cuerpos de las mujeres soportan a lo largo de una vida. Al permitir que estas formas emerjan, doy espacio a verdades corporales no dichas y otorgo forma a experiencias que a menudo permanecen sin palabras. Lo que aparece no es representación, sino recuerdo: un mapeo de los lugares donde la suavidad se encontró con la fuerza y de cómo el cuerpo aprende a reclamarse a sí mismo.
Vivir con Displasia Cleidocraneal (CCD) ha moldeado profundamente mi comprensión de la visibilidad, la transformación y la autorrepresentación. Mis esculturas y performances examinan cómo aprendemos a habitar un cuerpo marcado por el trauma, la expectativa y el desplazamiento —y cómo lo transformamos en un sitio de poder. Las formas que creo contienen verdades emocionales para las que antes no tenía lenguaje; son arquitecturas de supervivencia hechas visibles, paisajes donde la ausencia y la encarnación se encuentran.
Mi obra existe en un estado de transición —entre la escultura y el panel de piel, el objeto y el cuerpo, la documentación y el performance— y dialoga con las historias del trabajo femenino, la migración y la persistencia de la memoria. Ya sea a través de Cuquita o de la fibra, siempre regreso a la misma pregunta: ¿cómo construimos un hogar dentro de un cuerpo que ha cargado tanto?
Me encuentro en un momento de expansión —artística, personal y profesional—.Mi arte es la evidencia de mi supervivencia y ahora comienza a convertirse en la arquitectura de la vida que estoy construyendo.